Un siglo de poesía en la región Este

Hato Mayor, con una activa dinámica económica y cultural , ha irrumpido en el panorama poético dando al país nombres como Carmen Sánchez, Juan Freddy Armando, Robert Berroa y Diógenes Céspedes. Poesía producida, sin ninguna atadura,  en el contexto de la diversidad de estilos, procedimientos, en fin, una poesía que se sustenta en los valores de la individualidad de sus autores.
Carmen Sánchez (1960) ha publicado “Descalza entre piedras” (1985) y “Demando otro tiempo” (1995), que recibiera el Premio Nacional de Poesía. Expresa desde su mundo interior la trascendencia de la existencia frente al entorno y a la cotidianidad y esas interrogantes naturales, que se traducen en poemas como “Pertenencia”: “Todo lo tengo, porque nada lo busco /verme las manos vacías y el universo girando entre ellas /esos caminos /todos me pertenecen /no he cercado ninguna / dueña de mis pasos…” 
Alegadamente Juan Freddy Armando (1951) viaja por las oscuridades de su mente con la linterna del silencio y la escafandra de buzo para traer a la superficie la “Torre de marfil” que se esconde en el fondo del mar: “Hablemos de la tierra, /poetas del carajo. /Qué tanto joden /ustedes con el mar, /si esa vaina no es más /que agua con sal /revuelta de viento”.
El rey cultural de Hato Mayor es Robert Berroa, poeta nacido en Santo Domingo (1955), con más de 10 poemarios, desde 1988 con “Cuando la casa está sola” hasta “La oscura fuerza del amor”, 2006. Poesía de amplio registro temático, tonalidades y destellos deslumbrantes: “En su pecho se alza el vestido /y en su carne ardía el tiempo”.
En Diógenes Céspedes (1941) tenemos al principal crítico dominicano, de vasta formación académica. Introduce en la crítica dominicana a Rolan Barthes y la escuela estructuralista, el grupo Tel Quel francés y a Henri Meschonnic. Con estas premisas teóricas, Céspedes publica dos poemarios: “Ejercicios II”, (1983) “Al arma contra figuraciones” (2001). Poesía más intelectual que emocional: “Por la cumbre bajando hacia el valle /creí ver la mar /en el espejismo de los cráteres color de envidia /que dormía sus siestas azules. /Era la patria /convertida en niebla y humus.”

“En sueños de Dios y Adán”, Rafael Hilario Medina (1959) en un viaje hacia los sentimientos y orígenes descubre la otra cara de Dios y al hombre: “Dios soñó a Adán /y éste se echó a andar por el paraíso / O tal vez fue Adán quien soñó a Dios /Y a fuerza de soñarlo le dio vida /indescifrable como todo sueño la duda permanece”. La obra de Medina: “El tiempo del amor (1986), “Amor o muerte” (1989) “Truco de cámara” y “Cifra del sueño”(1993) y “Sombra de alondra” (2000). Otros poetas hatomayorenses son Marcelino Ozuna, Rosalía Palermo, Miguel Antonio Jiménez, Portalatina Taveras, Mariano Sosa Berroa, Ramón Fulgencio Valdez, Edison Alarcón Polanco, Martires Morla Carela, Omar Ramírez, Reymarte Mejía, José Maldonado, Feliciano Laureano, Héctor Camilo Polanco, José Miguel Peguero, Pedro Mota, Bélgica Bautista, Fremy Reyes y Fernando Betancourt, entre otros nombres no menos importantes.
Poetas monteplateños
Monte Plata es una provincia del Este que, por razones de ubicación geográfica, tiene pocos vínculos con el accionar económico, social y cultural de las demás provincias de la región. Sin embargo, aporta al país una poesía aleccionadora y sensible en las voces de Radhamés Reyes Vázquez, Maribel Contreras, Osiris Madera, Héctor Rivera, Yvelisse Fanith,  Hermes de Paula y probablemente otros menos conocidos.
En la poesía de Radhamés Reyes Vázquez el dominio de técnica y lenguaje son medulares, moviéndose de un tema a otro, enarbolando banderas proletarias, adentrándose en la profundidad del amor o cabalgando sobre el lomo de otros poetas como Ezra Pound: “Usted no puede irse /no puede marcharse tan callado /como pájaro que abandona la rama /de tanto esperar”.
Ha publicado: “La muerte en el combate” (1973), “Sobre el tiempo presente” (1974), “Las memorias del deseo” (1985), “Si puedes tú con Dios hablar” (1992), “El bolero, memoria histórica del corazón” (1994), “El hombre deshabitado” y “Boutique de la memoria” (1999) .
Inquieta y sonriente, Maribel Contreras es la sensibilidad en la palabra sencilla que susurra al oído todo lo que lleva dentro en “Una inocente mariposa”: “Soy una niña /no tengo edad /ni tamaño /para ser otra /cosa. Obra: “Mujer ante espejo” (2003) e “Hija de la tormenta” (2006). 
La libertad en la palabra y propuesta encierran el valor de la poesía de Osiris Madera(1954), quien deja constancia en el breve poema “El faisán”: “Un hermoso faisán /vive en mi casa. /Vino cuando quiso /cuando quiera se irá /pues él es libre.” Obra: “Demencias líricas” (1976), “Versos yámbicos” (1990) y “Laberintos mágicos” (2000).
Voces en el tintero
En este recorrido de breves comentarios sobre la poesía en la región Este, la presión del tiempo, el manejo de nombres, obras, poemas y versos son dables las omisiones y otras formas de olvido.
En el comentario sobre la poesía romanense omitimos involuntariamente a don Alfonso Trinidad y Aza (1940), periodista, historiador y poeta de finos sonetos:”Redentora visión de un claro amanecer, /solemnes reflejos de belleza triunfal, /costumbre boreal de claridad celestial, /en la comisura sagrada de una boca de mujer”.
En los comentarios sobre los poetas altagracianos, don Velio Alfáu fue olvidado; sin embargo, se inició en el oficio de escritor como sonetista. El poeta Tirso Antonio Valdez, en un cruce de información cambiamos el Valdez por Molina.
El periodista higüeyano Miguel Rone nos escribió por Facebook: “Denis te faltó la nóvel Rossío Salvador”, a quien no tengo el placer de conocer ni tampoco su poesía. Entraremos en contacto.Un dato interesante sobre El Seibo: la abuela de Domingo Moreno Jimenes era nativa de allá, por eso siendo muy joven pasó temporadas y luego creo que fue maestro en esa localidad; sin embargo, junto al Soco leyó a Rubén Darío, por primera vez, en 1914, lo dice en un poema: «Yo no te conocía poeta de los cisnes»…
Definitivamente el Este es tierra de poetas. A los amigos lectores que me acompañaron en este recorrido, ojalá les haya despertado el interés por conocer más profundamente las obras de hombres y mujeres que tanto aporte han hecho a las letras dominicanas.

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