Hoy se cumplen 30 años que no veo a mi madre Gladys de la Rosa

GLADYS DE LA ROSA DE VEGA

Manuel Antonio Vega

Hoy jueves 13 de diciembre llevo 30 años sin ver a mi madre.
Dios se la llevó a su lado un lunes 13 del año 1982. Una trombosis la extrañó
de la tierra. 
Hoy y siempre la recuerdo y su muerte me parece que fue ayer.
Son 30 años que no le grito sopa, salami o huevo revuelto en la
cocina de Villa Canto, un barrio de Hato Mayor, donde ella llegó con mi padre,
Ireno Vega de la Rosa y sus 12 hijos en un camión Chevrolet que manejó en vida
Popo Díaz. A Villa Canto llegamos procedente del paraje Santana, a tres
kilómetros al Este, perteneciente a la sección El Manchado.
Estos 30 años sin llamarte mamá no han podido curar mis
sentimientos de quererte y recordarte. 
La pérdida de una madre es indescriptible y una cuartilla para
explicar mi gratitud no me alcanza.
Las madres son seres irrepetibles, que cuidan y guardan los
secretos; orientan y educan a sus proles; tejen y destejen la vida infantil.
Hace 30 años que te fuiste. Hoy me siento diferente; me siento
incompleto, pero con el deseo de vivir y seguir tú ejemplo de servir.
No puedo ocultar que en estos 30 años he encontrado amor
familiar en mis hermanos, que en los últimos meses se ha acentuado con los
encuentros familiares.
Mamá, siento dolor porque no está hace 30 años, pero alivio,
porque tus legados y luchas de vernos siempre juntos, se ha ido cumpliendo.
Mamá, quiero decirte que también Papá murió, pero que eso no ha
sido óbices para que tus hijos se busquen, se ayuden y aconsejen mutuamente.
Mamá, quiero decirte, que la cultura del respeto y la obediencia
que nos inculcaste hacia los demás, sigue perenne. 
Mamá, tus hijos han salido buenos hombres y mujeres.
Mira Mamá, en la familia 
ya se cuentan más de 50 nietos y bisnietos, que me hubiese gustado
conociera. 
Sabes, Madre, después que partiste, Agustin (Tu tranquilo
Tintón) se hizo periodista; la pequeña Leida ya hasta doctora en educación es,
Lucero y Lilian también son maestras.
Mamá, hace un tiempo Ney vive en Boca Chica, Chino está en
Puerto Rico, Chago, tu negro lindo, ahora vende huevos en una camioneta; y Magaly
sigue casada con Julio Lin en el campo donde nací; Julito es mecánico y hasta
Alemania viajó.
Te quiero contar, Mamá, que a Nena, tu hija mayor, la
delincuencia le mató a su esposo Francisco, pero ella está bien con sus seis hijas
y su hijo Popo. Michael se casó con Magaly Polanco, con quien procreó a Ireimi,
Michel y Chavely.
Quiero contarte que a menudos visitamos a Cambita Garabito, el
pueblo que te vio nacer y donde aún viven tus hermanos Niña, Jando, Catalina y
Manuel. También contarte que aún viven tu hermana Mainé, Kika, Michen y Anibal.
Mamá, estoy llorando, pero quiero contarte, que me casé con
Mary, la hija de Paula, hermana de tu compadre Dionisio Guerrero (Lion). Me ha
salido un tolete de mujer, a veces pienso que ella era hija tuya, por el plomo
y la decencia que le caracteriza. Con ella tengo tres bellezas de hijos: Alexis,
cuasi abogado; Vladimir, licenciado en Contabilidad; y Paola, mi negra bella,
está cursando el 7mo semestre de Derecho en la UCE.
Aprendimos de ti ser perseverantes y saber que las cosas se
ganan en la sociedad con la cultura del esfuerzo y la persistencia. 
Nos enseñaste que después de tu muerte, la vida tenía que
continuar y eso hemos hechos tus hijos. Fuiste una escuela perfecta.
Recuerdo que tu era mi alcancía y que cuanto cobraba en la bomba
de Pedro Julio como bombero, tu lo guardaba y decidía que comprarme.
Hace 30 años que murió mi madre, pero la recuerdo; la siento
cariñosa, amorosa.
Aún la veo quitarme la carne del plato, para dársela a la visita
que llegaba al hogar de Villa Canto.
Mamá, en Villa Canto, en la casa que viviste con mi padre y tus
hijos, sigue viviendo Lilian, tu hija peleona, pero a la que todos queremos,
por parecerte a ti en el trato familiar.
Cuantas escenas vivimos a tu lado; cuantas empatía nos
irradiaste.
Recuerdo que a los conflictos primero hacía una oración al
Altísimo y prontamente se veían resueltos.
Madre, con un esposo pobre, te vi como una profesional de la
economía, porque tu gerencia en el hogar aun la considero inigualable.
Como esposa fuiste integra al practicar la castidad y ejemplar
como madre.
Mamá, no hemos dejado de ser feliz, aunque tu presencia hace
falta para seguir trillando el camino de la decencia y el decoro en una
sociedad tan convulsionada, tan entelequiada y consumista.
Tengo que irme, pero te diré que te sigo queriendo, por ser tú
la responsable de haberme traído a este mundo, para conocerte y ser mi cobija
en el aprendizaje.
Mamá, espero llegar donde tu está… 

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