CIEN HISTORIAS EN
CIEN DÍAS
CIEN DÍAS
Tony Pina. |
Hato Mayor, los
hatos de Carlos V (38)
hatos de Carlos V (38)
Tony Pina.
Del régimen de las
encomiendas nacieron los hatos en La Española y la expresión más auténtica de
ese sistema de reparto de las tierras tuvo como escenario la región del Este,
cuyos predios se adjudicó el rey Carlos V, en 1520, y el mayor de esos hatos fue
bautizado en 1541 como «Hato Mayor del Rey» bajo el mayorazgo de Francisco Dávila.
Pero a la muerte de Dávila, en 1554, los predios
del mayorazgo pasaron a su sobrino Gaspar Dávila, un degenerado que fue
condenado a cadena perpetua y deportado a Sevilla por envenenar al oídor
Gaspar, de la Real Audiencia de Santo Domingo, para poder casarse con su viuda
no obstante el victimario estar casado en España con Isabel Otáñez, por lo que
además de asesinato al inculpado se le conmutó el delito de bigamia, despojándole
de las tierras heredadas y de esa manera Hato Mayor del Rey pasó de heredero en
heredero de descendientes de los Dávila hasta que en 1721 Antonio de Coca
Landeche despojó a esa familia del mayorazgo.
Y estas tierras finalmente fueron a parar a manos
de familias ricas afrancesadas cuando España abandonó a su suerte sus intereses
en la isla mediante la firma del Tratado de Basilea, verificándose entonces el
éxodo de decenas de españoles condenados al ostracismo y quienes se refugiaron
en Cuba y Puerto Rico.
encomiendas nacieron los hatos en La Española y la expresión más auténtica de
ese sistema de reparto de las tierras tuvo como escenario la región del Este,
cuyos predios se adjudicó el rey Carlos V, en 1520, y el mayor de esos hatos fue
bautizado en 1541 como «Hato Mayor del Rey» bajo el mayorazgo de Francisco Dávila.
Pero a la muerte de Dávila, en 1554, los predios
del mayorazgo pasaron a su sobrino Gaspar Dávila, un degenerado que fue
condenado a cadena perpetua y deportado a Sevilla por envenenar al oídor
Gaspar, de la Real Audiencia de Santo Domingo, para poder casarse con su viuda
no obstante el victimario estar casado en España con Isabel Otáñez, por lo que
además de asesinato al inculpado se le conmutó el delito de bigamia, despojándole
de las tierras heredadas y de esa manera Hato Mayor del Rey pasó de heredero en
heredero de descendientes de los Dávila hasta que en 1721 Antonio de Coca
Landeche despojó a esa familia del mayorazgo.
Y estas tierras finalmente fueron a parar a manos
de familias ricas afrancesadas cuando España abandonó a su suerte sus intereses
en la isla mediante la firma del Tratado de Basilea, verificándose entonces el
éxodo de decenas de españoles condenados al ostracismo y quienes se refugiaron
en Cuba y Puerto Rico.
Como se advierte, todos estos pleitos,
sucesiones y eventos políticos incidieron en que estos apetecidos hatos,
divididos en haciendas, estancias o lecherías, fueran motivo de interés y
disputas permanentes, hasta que Haití dispuso, en 1822, el secuestro de los
bienes de todos los españoles que emigraron de la isla, recayendo el dominio
del mayorazgo en Domingo de la Rocha, quien según el historiador fray Cipriano
de Utrera, procreó con su prima Manuela Rocha a Mercedes de la Rocha, quien
posteriormente donó los terrenos que hoy son el asiento de la ciudad de Hato
Mayor del Rey.
Una rica historia envuelve a este pueblo y sus
comarcas, morada de héroes y esclavos, de gente que vio en estos predios el
lugar para formar tranquilamente a sus familias, pero que cuando tuvieron que
arrojarse al duelo de las contiendas libertarias aportaron sus dosis de
sacrificio.
Hato Mayor del Rey tiene en sus lauros ser la cuna
de Pedro y Césareo Guillermo, los dos únicos padre e hijo que han ocupado la
Presidencia de la República Dominicana, y aunque Pedro Santana despojó a la
comarca de su condición de común, con la representación al Congreso Nacional de
un diputado, y la relegó a la categoría de sección de El Seibo, esa decisión
fue motivo de una rivalidad política entre los habitantes de ambas
demarcaciones que a través de los años aún persiste, ahora, naturalmente, menor
énfasis.
Y a Doña Mercedes Rocha, primero, y después a la
generala Secundina Reyes, con más bragueta que muchos hombres, los
hatomayorenses deben eternamente agradecerles que sus tierras en la actualidad
no sean cañaverales de los antiguos ingenios de San Pedro de Macorís cuando el
dictador Ulises Hereaux (Lilís) donó a los colonos azucareros venidos de Cuba
gran parte de los terrenos del Este, declarándolos pastos comuneros en
detrimento de cientos de familias que fueron despojadas de sus predios.
No se podría escribir una síntesis apretada de la
historia de Hato Mayor del Rey sin inscribir en ella el capítulo concerniente
al período de la primera ocupación de los Estados Unidos (1916-24), porque fue
el lugar donde mayores atrocidades se cometieron en nombre de un supuesto
desarme general de la población que, sin embargo, fue el mejor pretexto para la
aplicación de un régimen de persecución, torturas y muertes.
Su iglesia, violentada por los invasores el 12 de
enero de 1917, fue desmantelada para instalar el campamento de donde partían
hacia los montes y caminos las tropas a perseguir a los fugitivos, hombres y
mujeres cuyo delito era ser contrarios a la violación de la soberanía nacional,
y para que se tenga una idea del terror y la barbarie cometidos por los
interventores el historiador nativo Manuel Antonio Sosa Jiménez recoge en su
Historia de Hato Mayor del Rey algunos métodos que aplicaron a los perseguidos
y capturados.
Por ejemplo, el vocablo ‘el aparao’ era el método
de tortura mediante el cual los niños eran lanzados al aire y quedaban
enganchados en las bayonetas, el ‘baqueteo’ consistía una estaca metida por la
garganta al prisionero para que delatara a sus compañeros, ‘el embudo’ era la
manera de llenarle la barriga de agua al reo hasta que reventara, operación que
repetida varias veces provocaba hidropesía y hasta la muerte. Y así, como ‘la
tortura del ladrillo’, ‘la cola de caballo y la ‘inanición’, entre otros
crueles métodos de torturas y muertes, los cuales tuvieron como escenario el
campamento militar norteamericano instalado en Hato Mayor, un pueblo donde las
casas tenían permanentemente cerradas sus puertas debido al pánico colectivo.
Como colofón cabe destacar, porque sería
imperdonable de mi parte, resaltar que después de 146 años perteneciendo a la
jurisdicción de El Seibo, desde paraje, sección, común y municipio, Hato Mayor
fue elevado a la categoría de provincia en 1984, durante el gobierno de Jorge
Blanco, el mismo día que fue creada la provincia de Monte Plata, y sus dos
municipios, aparte del cabecera que es Hato Mayor del Rey, son Sabana de la Mar
y El Valle, el primero una bahía surta en un mar que mira de frente a Samaná, y
el segundo, el comienzo de las estribaciones montañosas del más grande parque
natural, habitat de tantas especies de flora y fauna protegidas, como es Los
Haitises. (TONY PINA).
sucesiones y eventos políticos incidieron en que estos apetecidos hatos,
divididos en haciendas, estancias o lecherías, fueran motivo de interés y
disputas permanentes, hasta que Haití dispuso, en 1822, el secuestro de los
bienes de todos los españoles que emigraron de la isla, recayendo el dominio
del mayorazgo en Domingo de la Rocha, quien según el historiador fray Cipriano
de Utrera, procreó con su prima Manuela Rocha a Mercedes de la Rocha, quien
posteriormente donó los terrenos que hoy son el asiento de la ciudad de Hato
Mayor del Rey.
Una rica historia envuelve a este pueblo y sus
comarcas, morada de héroes y esclavos, de gente que vio en estos predios el
lugar para formar tranquilamente a sus familias, pero que cuando tuvieron que
arrojarse al duelo de las contiendas libertarias aportaron sus dosis de
sacrificio.
Hato Mayor del Rey tiene en sus lauros ser la cuna
de Pedro y Césareo Guillermo, los dos únicos padre e hijo que han ocupado la
Presidencia de la República Dominicana, y aunque Pedro Santana despojó a la
comarca de su condición de común, con la representación al Congreso Nacional de
un diputado, y la relegó a la categoría de sección de El Seibo, esa decisión
fue motivo de una rivalidad política entre los habitantes de ambas
demarcaciones que a través de los años aún persiste, ahora, naturalmente, menor
énfasis.
Y a Doña Mercedes Rocha, primero, y después a la
generala Secundina Reyes, con más bragueta que muchos hombres, los
hatomayorenses deben eternamente agradecerles que sus tierras en la actualidad
no sean cañaverales de los antiguos ingenios de San Pedro de Macorís cuando el
dictador Ulises Hereaux (Lilís) donó a los colonos azucareros venidos de Cuba
gran parte de los terrenos del Este, declarándolos pastos comuneros en
detrimento de cientos de familias que fueron despojadas de sus predios.
No se podría escribir una síntesis apretada de la
historia de Hato Mayor del Rey sin inscribir en ella el capítulo concerniente
al período de la primera ocupación de los Estados Unidos (1916-24), porque fue
el lugar donde mayores atrocidades se cometieron en nombre de un supuesto
desarme general de la población que, sin embargo, fue el mejor pretexto para la
aplicación de un régimen de persecución, torturas y muertes.
Su iglesia, violentada por los invasores el 12 de
enero de 1917, fue desmantelada para instalar el campamento de donde partían
hacia los montes y caminos las tropas a perseguir a los fugitivos, hombres y
mujeres cuyo delito era ser contrarios a la violación de la soberanía nacional,
y para que se tenga una idea del terror y la barbarie cometidos por los
interventores el historiador nativo Manuel Antonio Sosa Jiménez recoge en su
Historia de Hato Mayor del Rey algunos métodos que aplicaron a los perseguidos
y capturados.
Por ejemplo, el vocablo ‘el aparao’ era el método
de tortura mediante el cual los niños eran lanzados al aire y quedaban
enganchados en las bayonetas, el ‘baqueteo’ consistía una estaca metida por la
garganta al prisionero para que delatara a sus compañeros, ‘el embudo’ era la
manera de llenarle la barriga de agua al reo hasta que reventara, operación que
repetida varias veces provocaba hidropesía y hasta la muerte. Y así, como ‘la
tortura del ladrillo’, ‘la cola de caballo y la ‘inanición’, entre otros
crueles métodos de torturas y muertes, los cuales tuvieron como escenario el
campamento militar norteamericano instalado en Hato Mayor, un pueblo donde las
casas tenían permanentemente cerradas sus puertas debido al pánico colectivo.
Como colofón cabe destacar, porque sería
imperdonable de mi parte, resaltar que después de 146 años perteneciendo a la
jurisdicción de El Seibo, desde paraje, sección, común y municipio, Hato Mayor
fue elevado a la categoría de provincia en 1984, durante el gobierno de Jorge
Blanco, el mismo día que fue creada la provincia de Monte Plata, y sus dos
municipios, aparte del cabecera que es Hato Mayor del Rey, son Sabana de la Mar
y El Valle, el primero una bahía surta en un mar que mira de frente a Samaná, y
el segundo, el comienzo de las estribaciones montañosas del más grande parque
natural, habitat de tantas especies de flora y fauna protegidas, como es Los
Haitises. (TONY PINA).