Plaga de “Infectos” malogran credibilidad en radio, tv y blogs digitales en RD

Manuel Antonio Vega

Manuel Antonio Vega
atacando10@gmail.com

La vida en sociedad
está llena de escollos que no permiten ver con claridad la objetividad de la
cosa, dejando sobre la mesa la pérdida de credibilidad.
EL crecimiento
inusitado en la República Dominicana de los medios de comunicación de masa,
ocurrido durante las últimas tres décadas, ha revolucionado, sin duda, una
diversificación y transformación de los modos tradicionales de entregar la información
al público.
Ese crecimiento de los
más medias ha traído consigo nuevas formas de expresión de entregar y presentar
los productos noticiosos, que se suceden cotidianamente en cualquier
demarcación geográfica del país.
Esto disiente
infranqueablemente con la situación que existía hace varios años atrás, cuando
la forma de entregar la información era prácticamente la misma, y los avances
de la tecnología no permitían aún, innovar en la forma y manera de decir las
cosas.
Hasta que llegó al
conocimiento la multiplicidad que ofrece al hombre la Internet, la credibilidad
de los medios estaba atada casi completo a una sola grafía de decir y entregar
la información que debe ser de interés al público.



Antiguamente, la
credibilidad que percibían los receptores era programada y dirigida a
mediatizar el conocimiento del público, provocada siempre por el interés del
dueño de la empresa radial, el periódico, la revista y el interés político del
momento.
La Internet y con este
los periódicos digitales han permitido una celeridad y masificación sin
tropiezos del material noticioso.

Antes de llegar la
Internet, los medios de masas lograban traducir mensajes que sólo buscaban
persuadir al público, para que asintieran en el contenido verborreico de los
exponentes, que recibían un sueldo para cumplir con tan delicada tarea.
Hoy, en cambio,
gracias a la tecnología, que en gran medida ha ayudado a acercar a los medios
con el público masivo, ha permitido que éste acceda a ellos, cambiando e
introduciendo estilos que antes no se conocían.
En base a estos
antecedentes y según este contexto, este trabajo pretende averiguar si todos
estos cambios han incidido en la credibilidad de los medios de comunicación.
LOS
INFECTOS
Llegaron los
“infectos” de la comunicación, que todo lo han cambiado, buscando proteger
poderes económicos y sacar ventajas económicas ellos, a costa de la pobre
conciencia que guarda el pueblo llano.
A los medios de
comunicación han llegado los enganchados trepadores de la comunicación, que
lejos de ayudar a mejorar el lenguaje y presentar la credibilidad de los
medios, están desacreditando este instrumento comunicacional, que tanto permite
al hombre llevar luz sobre los que no tienen la posibilidad de adquirir
conocimientos.
A los “más medias”,
han llegado con fuerza los políticos, que cada día que pasan toman acciones,
que ponen en entredicho la credibilidad de canales, periódicos y la radio.
Es creciente el
deterioro de la imagen de los medios de comunicación, que en el afán de los
propietarios por adquirir riquezas o presentar abundancias de noticias,
permiten la operatividad de programas, que obviamente permiten desacreditar sus
empresas de comunicación.
En la carrera del
descrédito de los medios de comunicación, han contribuido grandemente, los
candidatos de las distintas fuerzas políticas y los propios partidos
tradicionales del sistema, que buscando colocar su producto en el mercado
ideológico, buscan a cualquier pelafustán para que acceda a los medios y
alquile un programa ya sea en la radio o la televisión para mercadear su
imagen, no importando sea esta buena o mala.
Se observa que en el
último quinquenio de la primera década del siglo XXI, que la población ya se
siente cansada del engaño por las acciones politiqueras, clientelistas y
oportunistas que hacen los políticos tanto del poder como los que quieren
ostentarlo.
Ya es una verdad
axiomática, que los corruptos e “infectos” buscan la forma de ganar espacio,
haciendo de la impunidad un estilo de vida que les permite disfrutar de los
bienes adquiridos a través del tráfico de influencias.
Los infectos de la
comunicación han permitido que los dominicanos vayan cada día perdiendo la
posibilidad de alcanzar la solución a sus principales problemas.
A los medios de
comunicación, con la anuencia del poder político y otros casos por amiguismos,
están llegando depravados sociales, sin ninguna formación académica, afectando
la credibilidad de los medios.
He escuchado a gente
decir, aun estando frente a monitores de televisión ajenos, decir “porque tu ve
ese programa, ese tipo ha dañado ese canal, que era un canal del pueblo y ahora
es medio al servicio de los infectos”.
Quienes observamos
desde la grada silente del futuro, lo que ocurre en nuestro país, no hemos
tardado en ver y escuchar a programeros defender causas de gente de corazón
negro, que se ha hecho ricos de la noche a la mañana, muchas veces asociados a 
narcotraficante  pero que buscan protegerse desde una curul dando u ofertando
canonjías.
La moral se disipa
cada vez que hablan los infectos para proteger a gánsteres, que buscan
protección, tomando como instrumentos a los más medias.
Las provincias están
llenas de esta plaga de la comunicación, asesinando el idioma español, la moral
humana y llevando lagunas verbales a un público que merece respeto y
consideración.
Los infectos de la comunicación
han ido acostumbrando a la sociedad a creer sus mentiras, sin darse cuentas que
los que buscan sus patrocinadores, los políticos infectos, es mediatizar,
condicionar la mente de los incautos del pueblo, que desconocen de las
habilidades del poder económico y político para lograr sus objetivos, dominar.
Los pueblos del Este han
sido copados de infectos, que en casi todos los casos, también se convierten en
plagistas, dando clic a las noticias ajenas, sin dar crédito al autor de la
noticia, el reportaje o el video.
Ellos, los infectos,
han estado ganando terrenos, pero la sociedad debe estar pendiente para
propugnar por su desaparición, antes que copen hasta los templos religiosos y
los carazones de buena fe, que aún abundan en la República Dominicana.

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