Hato Mayor se llenó de Trapiches en los siglos XIX y XX
Por Manuel Antonio Vega
Trapiches de Don Felimón
Los asentamientos humanos de franceses en suelo dominicano, es el segudo grupo europeo en importancia, luego de la presencia española, dada con la llegada de Cristóbal Colón en 1492.
Desde principios del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XIX, al umbral de la Independencia de Haití, en 1844.
Después de la Independencia, República Dominicana se caracterizó por ser una nación de inmigración moderada de puertorriqueños y cubanos, sumándose los haitianos, los
estadounidenses, siendo la presencia de europeos modesta, pero la presencia francesa históricamente ha sido una de las que que más migran a la República Dominicana.
Es en ese escenario migratorio que el francés Emilio Florimón (Felimón) , se estableció a principio de siglo XX en el paraje Santana, sección El Manchado, a unos cinco kilómetros al este de Hato Mayor del Rey, donde construyó un Trapiche con fines comerciales.
El pequeño empresario mantuvo operando el ingenio artesanal hasta la hora de su muerte, ocurrida en 1978, tras padecer de cáncer de próstata y otros problemas reanales.
El trapiche operó en unas 149 tareas, donde además se cultivaba el Paolo dulce o caña, que era utilizada como materia prima, para extraer el guarapo, con el cual se procesaba el melao, utilizado en la elaboración de dulce de naranja en pasta, caramelo, jalao, masita y para endulzar café, chocolate y leche en el hogar.
Don Felimón almacenaba el melao en latas metálicas y barriles de madera, que luego iba vendiendo por medidas de botellas y galones a vecinos que iban por el néctar de la caña para endulzar café y chocolate.
Aníbal Florimón (Pulilo), hijo del pequeño empresario Emilio Florimón, explica que la mayor producción, su padre la vendía a comerciantes de Higüey, San Pedro de Macoris y Santo Domingo.
Para el 1940, Florimón vendía a 10 centavos la botella de melao y el galón a 50 centavos.
Cada año cultivaba 50 tareas de caña, para la molienda y obtener el néctar de la caña.
Los Bueyes
A los bueyes que movían el pequeño ingenio artesanal se le había asignado nombres llamativos, a los que cada uno respondía cuando eran arengados para la molienda.
Los principales se llamaban Miguelito, Capitán, Metralla y Campo Alegre.
«Campo Alegre» era tan bueno y doméstico que lo aparejaban, para ir al pueblo a llevar el melao en cajones.
Chela Peguero, esposa de Don Felimón se encargaba de guardar el dinero generado por la venta, a quien se le tenía como mujer con dominio y buena cultura de ahorro.
La molienda en el trapiche se iniciaba a la 3:00 de la madrugada de lunes a sábado y la misma estaba a cargo de sus hijos: Menta, Teodoro, Gregorio y Pulilo.
Aprovechaban levantarse a las 3:00 de la madrugada por la baja temperatura y molían hasta 33 latas del guarapo en el día.
Para la elaboración del melao echaban cáscaras de guasuma, cuya baba que soltada servía para solidificar el néctar de la caña, puesto a fuego continuo para su procesamiento.
La molienda duraba desde temprano de la madrugada hasta pasada la 9:00 de la noche, o sea, hasta que hubieran o quedaran palos dulces para introducir a las masas del trapiche, que hacían girar los amaestrados buelles de Felimón.
Emilio Florimón murió en el año 1978 y su esposa en 1994. La próstata achicó la vida al industrioso hombre de negocio.
Era de origen Francés, de cuyo país salió junto a su madre Emeregilda Carrasco.
Les sobreviven sus hijos Esperanza, Asia, Cecilia y Teresa, Julio, Teodoro, Aníbal, Tito, Iné, Domingo y Justo.
Don Emilio Florimón se estableció en el paraje Santana en 1909 y murio en 1978, mientras que Doña Chela, esposa de Florimón nació en 1906 y murió 1994.
Trapiche El Cercado
Bernardino Peguero operó su trapiche en la comunidad de El Cercado, específicamente, entre pastizales, a orilla del río Cibao.
En el lugar aún se pueden apreciar vestigios de aquel ingenio artesanal, que se convirtió no solo en sostén económico de su familia, sino en atractivo para lugareños y visitantes que se entusiasmaban por conocer como se extraía el néctar de la caña y se elaboraba el melao, utilizado en la fabricación de jalao, masita, cocada, se endulzaba el café, la leche y el chocolate de cacao artesanal.
Bernardino instaló su trapiche durante la dictadura del sátrapa, Rafael Leónidas Trujillo Molina, de quien se ha dicho llegó al lugar a probar el melao de Bernardino, movido por la fama.
Al igual que Emilio Florimón, el trapiche de Bernardino Peguero, utilizaba cáscaras de guasuma para lograr pureza, buen sabor y olor en el melao.
Otros Trapiches
En Hato Mayor florecieron los Trapiches a principios del siglo XIX, destacándose además los de León Martínez,, ubicado en la cabecera del arroyo Manrique en la comunidad satélite Los Hatillos; Félix Henrique arroyo Manrique abajo; Mundito Peguero operó su trapiche en el acto de Rodeo, en la carretera Hato Mayor-El Seibo.
También abrieron Trapiches para comercializar el guarapo y el melao, Remigio Payano en La Peña, El Coco de Mata Palacio; Juan Martínez, próximo a la Loma de los Martinez, entre otros que endulzaron la economía familiar de sus propietarios y se convirtieron en referente industrial en toa la región nEste del país.
Primeros Trapiches
Existen evidencias que el primer ingenio o trapiche se instaló en las cercanías de La Concepción de la Vega, en 1504, y ahí se hicieron los primeros ensayos para cristalizar azúcar.
A Hernan Cortés se le atribuye fundar el primer trapiche del continente americano en la región de Los Tuxtlas, cerca del Golfo de México, a orincipios del 1500 y desde los inicios de la época colonial, se cultivó la caña y se produjeron azúcar y derivados (panela, miel, aguardiente) en varias regiones de la Nueva España.
Los tamaños de los trapiches era variable; había unos que incluso contaban con espacios divididos para la molienda y para la casa de purga.
Había otros que tenían horno para los panes de azúcar y otros que simplemente llegaban hasta la cocción de la miel y la preparación de conservas.
Emilio Florimón (Felimón) |