Manuel Antonio Vega
ELIGIO BREA (PAPÍN) |
Corría la década de 1970, cuando conocí a Don Eligio Brea, un hombre que desde muy temprana edad gravitó en el mundo de los negocios y cultivó amigos, que le ayudaron a aumentar su longevidad.
Era amigo de los amigos; fue leal y sincero; inteligente e industrioso en las tareas que iniciaba.
Don Papín Brea, como era conocido en todo Hato Mayor, en su afán de que la juventud caminara con rectitud, se convirtió en todo un consejero en la famosa “Esquina Caliente”, una esquina formada por las calles San Antonio y Duarte.
A menudo lo vi charlar y reírse con los cuentos y las anécdotas de motoristas, billeteros y gente que iba a comprar los periódicos donde Chichí Manuel, el repartidor del periódico más famoso de Hato Mayor del Rey.
Fue presidente del club de Leones de Hato Mayor del Rey, donde granjeó muchos amigos y ayudó a muchos pobres.
En esta esquina fue que en mi vida más conversé con esta columna moral, que tanto contribuyó con el desarrollo económico y social de Hato Mayor del Rey.
Al igual que Don Papín, visitaba temprano La Esquina Caliente, unas veces a buscar la prensa y otra solo a escuchar a los miembros del Club de Madrugadores, un grupo que entre otros lo integraban Rafael Zorrilla, Milito Pion, Chichí Manuel, Ramón Valdez, Héctor Brea, Jhonny Rijo.
El grupo se iba arrimando al lugar y a Don Papín siempre lo vi ojeando el Listín Diario. Era un asiduo lector del prestigioso rotativo. Estaba suscrito al periódico.
Muchas veces me enteraba que mis notas salían, porque en cuanto me veía, me decía, Vega salió un buen reportaje tuyo hoy.
Aun voy a la Esquina Caliente en la mañana y presiento sus pasos y escucho su voz. Era hombre de voz apagada pero clara y culta.
Nunca lo escuché insultar a nadie. Era católico.
Era hombre de caminar despacio con los pies, pero de firme convicción y espíritu sano.
A su negocio de veterinaria, ubicado frente al Banco Popular Dominicano, iba todo público. Nadie se iba del negocio porque le faltara un peso para el pago.
Recuerdo que el 22 de septiembre de 1998, su casa, ubicada en la calle Melchor Contín Alfau con Padre Meriño, fue destruida por los vientos huracanados del ciclón Georges.
Eso y la muerte de su esposa, lo deprimieron muchos. Creo que después de eso su rostro fue cambiando.
De sus hijos, solo llegué a compartir con Nancy, Héctor y Radhamés Brea. Radhamés era mi cachanchán en la jugada del juego ciencia, el ajedrez.
Cuando supe de la muerte de Don Papín, sentí que se me había ido un amigo. No cualquier amigo. Un consejero.
Hoy te recuerdo con orgullo, por saber que te conocí. Que conocí a un hombre integro, a un ser extraordinario e industrioso.
Tu muerte no me preocupó, porque sé que Papá Dios tiene en un lugar privilegiado a su lado.
No me preocupé, pero siento que me hacen falta tus orientaciones, tus sabios análisis del comportamiento económico de Hato Mayor del Rey.
Recuerdo tu voz, alertándome sobre mis reportajes en Listín Diario o hablándome del cúmulo de basura.
Siempre te recordaré Papín Brea como uno de los comerciantes más serio y honesto que tuvo Hato Mayor.
Papín aspiro a verte, porque pienso llegar donde tú está…