Fuente/ Blogs Perioistas Cubanos
ARACOA, Cuba — Lo llaman «Veinticuatro», un sobrenombre que Yoandri Hernández Garrido ostenta con orgullo porque señala una particularidad que además de distinguirlo de los demás le permite ganarse la vida.
El mote tiene su razón de ser: los seis dedos perfectamente formados que tiene en cada mano y en cada pie.
El cubano está orgulloso de ese dedo extra en cada extremidad porque además de facilitarle trepar las palmeras a cortar cocos le permite posar para fotografías con los turistas en esta ciudad del este de Cuba. Un viajero le pagó 10 dólares para sacarse una foto con él, dijo Hernández, la mitad de lo que gana el promedio de los trabajadores en la nación caribeña.
«Gracias a los veinticuatro dedos que tengo es una forma en que me busco la vida porque no tengo un trabajo fijo», afirmó.
Conocida como polidactilia, el hecho de que Hernández tenga dedos extra es algo relativamente común, aunque es raro que estén tan bien formados. Si uno mira rápidamente sus manos le costará notar algo inusual a menos que fije la mirada y se ponga a contar.
Hernández dijo que de niño fue visitado por un prominente ortopedista cubano, uno de los médicos de Fidel Castro, quien declaró que en todos sus años de viajes nunca había visto una polidactilia con dedos tan perfectos.
«Se impresionó mucho cuando vio mis dedos», dijo el cubano, el único en su familia con esa característica.
En una parte del mundo donde las características físicas suelen dar origen a los sobrenombres -«Manazas», «Chaparro» o «Pecosa»-, el de «Veinticuatro» no es un insulto sino más bien un término afectuoso, y Hernández, de 37 años, dijo que su rareza lo ha hecho popular. Tiene un hijo de diez años con una mujer que vive en La Habana, y su novia actual espera su segundo hijo.
«Desde pequeño yo comprendí que siempre es un privilegio tener 24 dedos, porque a pesar de todo nadie me ha discriminado por eso», afirmó. «Al contrario, las personas me admiran mucho por eso y he tenido mucho orgullo hasta ahora porque tengo un millón de amigos, vivo bien».
De todos modos, ocasionalmente le causó alguna confusión de niño, no exenta de hilaridad.
«Estaba en la primaria y un día la maestra me hizo una pregunta, cuánto era cinco más cinco, y yo era un chiquito un poco tímido. Me quedé callado», recordó. «Entonces me dijo que me contara los dedos de las manos y le dije que doce. La maestra se molestó un poco pero era realidad».
Hernández confió en que pueda ser un ejemplo a los niños con polidactilia para que sepan que no tiene nada de malo.
«Creo que lo manda Dios», sentenció, «y no se sientan mal por nada porque creo que es una de las grandes virtudes y van a ser felices en su vida».