Por Manuel Antonio Vega
Hemos observado con escepticismos como el gobierno dominicano, timoneado por Luis Abinader ha desplegado fuerzas militares seguido de equipos de guerra tras el cierre de la frontera con Haití.
Visto como una exageración por los críticos pensantes, la medida denota como si se estuviera frente o a espera de una confrontación bélica con la vecina nación, de etnia negra.
Los excepticos más radicales analizan como un exabrupto, una exageración innecesaria la exhibición de armamentos de guerras, donde no se ha tirado ni accionado un arma de fuego.
«Abinader está utilizando el conflicto creado por él, como arma de doble filo, pero con alcance o trasfondo meramente político, para venderse como el salvador de la nación , cuando en el fondo la misma no está en peligro», escuché a un barbero de Hato Mayor analizar.
Ese analisis del peluquero no tiene desperdicio, toda vez que es una posición tremendista.
Los haitianos no están matando a dominicanos, no han accionado ni una carabina para disparar en la frontera.
Sólo se han concentrado al derredor del río Masacre, pero en su territorio, donde se construye el canal, que sería utilizado para los cultivos de arroz y banano.
¿El canal de riego lo construye el gobierno haitiano o empresarios particulares?
¿Tiene el gobierno haitiano que pedir permiso al gobierno dominicano para construir la obra?.
Estas preguntas se irán contestando en el análisis personal de los lectores.
Es sabido que el río Masacre recorre unos 500 metros en territorio haitiano.
La Cancillería de Haití ha considerado las medidas dispuestas por Luis Abinader de cerrar la frontera, como muy radicales.
En tanto que el jefe de Estado dominicano, Luis Abinader afirma que cerró la frontera con Haití a causa de un «grupo de anarquistas».
Esto se ve como una ñiñada, porque los supuestos anarquistas, a los cuales identificó, no han anarquisado nada ni a nadie, pues ellos sólo están pendiente de terminar la obra iniciada, que dicen beneficiará la producción de distintos rubros agrícolas al oeste de la isla Hispaniola.
¿A quien beneficia el conflicto?
Obviamente a nadie.
Se sabe que la obra no está siendo ejecutada por el gobierno haitiano, sino que la construye el sector privado o un grupo de empresarios, que ahora han encontrado apoyo de miles de haitianos.
Abinader se precipitó al ordenar el cierre de la frontera aérea, terrestre y marítima, sin antes indagar y canalizar conversaciones con las autoridades vecinas, para que fueran ellas la que dispusieran la suspensión o paralización del canal.
Lo primero debió hacer el gobierno dominicano era llamar a consultas al embajador haitiano en el país, para que éste expusiera la situación a las autoridades vecinas.
Se hubiese visto más elegante que fuera el embajador vecino que notificara a su gobierno, para que paralizara la obra, que lesiona los intereses de la patria dominicana.
Abinader, a través de su embajador en Haití, entonces debió iniciar contactos diplomáticos.
Ahora se ha dicho que Luis Abinader firmó en el 2021 un acuerdo, que no se sabe de su alcance, donde dio aquiescemcia a la ejecución de la obra.
Mientras se envían fuerzas militares y se movilizan equipos de guerra a las fronteras, la obra sigue viento en popa, ahora protegida por multitud de hombres y mujeres del lado haitiano que dicen que el canal va, porque tienen derecho al uso del agua del río Masacre.
El conflicto está armado, pero de entrada la situación está trastocando la economía en los pueblos fronterizos y generando pérdida millonarias al estado dominicano que ha movilizado la mitad de los militares que deberían estar enfrentando la delimcuencia que se enseñorea por doquier, dejando secuelas de muertos y heridos en cada rincón dominicano.
Mientras tanto el canal en el Masacre va