Llegaron avasallante, destruyéndolo todos y matando a nativos
MANUEL ANTONIO VEGA |
MANUEL ANTONIO VEGA
Hasta el 12 de enero de 1917, fecha en que entraron avasallantes las tropas norteamericanas, esta ciudad lucía tranquila y se preparaban procesiones para visitar el santuario de la Virgen de La Altagracia, en Higüey, festividades que quedaron trunca con las acciones trágicas, horripilantes y funestas que en todo el curso de su historia conociera el pueblo de Hato Mayor del Rey. La presencia Yanqui en Hato Mayor y la región Este (1916-24), produjo las páginas más negras de nuestra historia.
Tres columnas de hombres con caras de diablos y armados hasta los dientes se precipitaron hasta esta comarca por diferentes caminos, viajando una de ella por el camino San Pedro de Macorís-Guayabo Dulce-San Valerio, Los Jíbaros, penetrando por el norte del pueblo.
El historiador Teófilo Castro en su libro “Intervención Yanqui 1916-1924”, segunda edición, en su página 11, reseña “las casetas a casas de cabañas fueron abiertas sobre las gramas, en la manzana formada por las calles La Gallera, San Antonio y la Avenida Libertad”.
Otros invasores violentaron las oficinas municipales, ocuparon la iglesia Parroquial y la casa curial; forzaron viviendas cuyos dueños estaban ausentes y se las tomaron con todos los ajuares.
El asesinado historiador Hatomayorense, Manuel Antonio Sosa Jiménez (Boby), en su libro “Hato Mayor del Rey”, capítulo 60, página 302, reseña que la columna se presentó al mediodía; era la número 33 del USMC (United State Marine Corp.), comandada por el capitán Davis, que fue un terror para los hateros.
La segunda columna tomó la ruta San Pedro de Macorís-Ingenio Consuelo, donde pelearon durante una hora con los nacionalistas en el trayecto Las Pajas-Morquecho.
Aunque los yanquis portaban armas sofisticadas con relación a los nacionalistas, despectivamente llamados “Los Gavilleros”, estos lograron darle duros golpes por la ventaja de conocer el terreno y otras habilidades innatas.
La tercera columna militar yanqui hizo su travesía por el trayecto San Pedro de Macorís- río Higuamo-El Bote hasta la agrícola comunidad de La Sierra, que era el cantón principal de los guerrilleros que comandaba el general Salustiano Goicochea (Chachá), que era perseguido bajo la acusación de haber atacado a los marines en su desembarco del 10 de enero en el puerto de San Pedro de Macorís, en el que Gregorio Urbano Gilbert esperó que las tropas desembarcaran y mató de un balazo en el pecho al teniente CH. Button, según revela Teofilo Castro en su libro “Intervención Yanqui 1916-1924.
Las tropas llegaron a pie, vistiendo uniforme color caqui amarillo; cargaban cañones y ametralladoras en mulos. Los yanquis dijeron al entrar a suelo de Hato Mayor que buscaban a los del monte, a los guerrilleros.
Al analizar el período histórico de 1916-24, en el ámbito de Hato Mayor, podemos agrupar los acontecimientos, para su exposición y comprensión, así:
a) Varios intentos de reducir a cenizas el pueblo de Hato Mayor; b) Destrucción devastadora de las aldeas de La Rodada, Loma de Los Martínez, San Felipe, cuyas viviendas fueron barridas para siempre por el Yanqui invasor.
Otros caseríos que fueron destruidos con fuegos son El Manchado y Hoyón, los que fueron repobladas al salir del país los interventores; c) Devastaciones de campos, plantaciones, potreros, viviendas y caseríos.
Los Yanquis llegaron a inmolar campesinos, quemándolos con gasolina y leña; cometieron masacres y maltratos, (torturas) a personalidades y ciudadanos indefensos, sin ninguna justificación.
Las persecuciones arbitrarias, sitiaron muchas comunidades donde cometieron atropellos infernales, llegando a diezmar la ganadería en grado alarmante, sin compensación. Se comían las reses, cabras, ovejas y aves domésticas sin preguntar por sus dueños.
Un hecho que hay que resaltar es la ocupación violenta de la iglesia parroquial, el ayuntamiento y las oficinas públicas municipales, la casa curial, viviendas y solares de propiedad privada.
El yanqui invasor sacó por la fuerza y en ocasiones matando con bayonetas y bajo la pena de muerte a inocentes campesinos, a quienes les arrancaban sus heredades.
En muchas ocasiones se producían confinamientos atroz de los desalojados en corrales alambrados (hasta 15 pies); en pocilgas a la intemperie, enfermándose y muriendo muchos.