El 17 de julio se celebra la fiestas de los Echavarría en El Rancho de El Seibo
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HATO MAYOR.- Las sonadas de atabales como creación artística y cultural, iniciaron en las provincias, pueblos y campos de la región Este de República Dominicana, zonas donde se celebran unas 120 fiestas de atabales, muchas dedicadas a un santoral de la iglesia católica o un jefe de familia fallecido.
En ciudades como Higüey, Hato Mayor, El Seibo, San Pedro de Macorís y La Romana, asi como en zonas rurales y barrios, de junio a noviembre las cocinas huelen a arroz con leche, carne y víveres, por ser la temporada de mayor flujo de celebraciones de sonadas y velaciones de atabales.
Los atabales o fiestas de recordación o religiosidad popular, son costumbres heredadas de los españoles y el negro esclavo de áfrica, que se establecieron en América Latina y el Caribe, durante la Época de la Colonización hacia 1512 y que sirven como espacio de encuentro y punto donde los pueblerinos y aldeanos convergen para afianzar su identidad.
Ël arroz con leche de la fiesta de Mariana Ozuna atrae muchos público |
A pesar de que en otras regiones las músicas estridentes de reguetones, rack y otras dominan a la juventud, en ciudades como Hato Mayor, El Seibo, Higüey, San Pedro de Macorís y los municipios y comunidades circunvecinas, las sonadas y cantos de atabales se perennizan con el tiempo y cada vez son más asistidas y se desarrollan con mayor esplendor, donde se observan un número significativo de jóvenes.
Hay fiestas de estas que se han convertido tan famosas, que son tomadas por muchas personas para estrenar zapatos, camisas, vestidos y poner a oler con finas fragancias en perfumes a quienes asisten.
Las fiestas de atabales son en el Este cada vez más interesantes, porque en muchas de ellas se hacen las porfías, que consisten en que un cantador expone una problemática siempre de un drama sentimental y otro responde con música y décimas.
Ellas, las sonadas de atabales son atrayentes e involucran aspectos mágico-religiosos, que absorben el tiempo y alegran el alma a quienes participan de las cantadas y al público que la observa.
La región Este, y muy particularmente, las provincias de Hato Mayor, San Pedro de Macorís, El Seibo, Higuey y La Romana, con vocaciones agrícolas, concentran raíces étnico-culturales, lo que permite que las sonadas de atabales o velaciones, como las llaman en algunos campos de la zona, puedan tener una variedad y una riqueza extraordinaria a nivel rítmico e instrumental, ignorado por compositores e intelectuales dominicanos.
Los atabales en la región Este, son verdaderas concentraciones de masa, que en muchas ocasiones en épocas electorales, aprovechan los políticos para promocionarse.
Los novenarios o sonadas de atabales más famosos en la región Este se concentran en Hato Mayor, El Seibo e Higüey, donde además se involucran autoridades municipales, provinciales y hasta nacionales, ya que las apadrinan por relación con los protagonistas o simplemente porque le gusta ese tipo de actividad.
Las sonadas de atabales o velación más sazonadas que se producen en la región Este son las de los Toros de la Virgen, que pasan por Hato Mayor entre el 11 y el 12 de agosto en procesión desde Bayaguana y que hace una parada en la comunidad de Las Guajabas de El Seibo, donde se concentran hasta cinco mil personas, que amanecen cantando y sonando e ingiriendo bebidas alcohólicas. Esta tiene unos 84 años celebrándose.
Sin embargo, la velación-sonada de palos o atabales más vieja es la de Mariana Zorrilla Ozuna, que lleva unos 123 años de manera interrumpida celebrándose en el mes de junio.
La fiesta de Mariana Ozuna, es la más asistida, celebrada en casa de familia que se da en la región Éste y que tiene como epicentro la comunidad de Guayabo Dulce, a unos 12 kilómetros al sur de Hato Mayor, por la carretera que va a San Pedro de Macorís, donde cada año para el mes de junio asisten entre mil 500 a 2 mil personas, que se van concentrando desde que se comienzan a matar las tres vacas y cinco cerdos que año tras año se sacrifican para la ocasión.
Cientos de personas de toda la región se van arrimando desde el día anterior en la casa de Mariana Zorrilla, ayudando unos a sacrificar los animales, otros a cantar y hacer historias y cuentos inverosímiles.
En la velación de Mariana dan desayuno de viveres con carne a las 8:00 de la mañana, arroz blanco, moro de Guandules y habichuelas con carne a la 1:00 de la tarde, arroz con leche pura de vaca a las 4:00 de la tarde y cena de víveres con carne de cerdo a las 7:00 de la noche.
Quienes amanecen en la fiesta, se matan la resaca y el sueño, ya que esperan el desayuno consistente en una sopa de huesos, orejas, hocicos, patas y cabezas de cerdos y vacas. Es donde más comida y bebida se repartes.
Durante las fiestas patronales de Hato Mayor, que se celebran cada año para el mes de septiembre, el comité de festejo organiza unas nueve sonadas de atabales, que se realizan en la “Enramada de Media Chiva”, tenido como ermita de la Virgen de Las Mercedes.
Las nueves novenas de atabales son asignadas a empresarios, colonos o alguna autoridad municipal o provincial, que tiene que encargarse de promocionar y movilizar la mayor cantidad de gente posible, para no ser abucheado en calles y avenidas, ya que antes de llegar a la ermita de Media Chiva se hace un recorrido por todo el pueblo de Hato Mayor en vehículos, motores, bicicletas, caballos y a pies.
En los últimos años, estas fiestas de atabales han recibido un elemento nuevo, que consiste en que el padrino o patrocinador expone a la noche la explosión de fuegos artificiales, lo que le da un mayor esplendor a la actividad cultural, que lleva unos 16 años realizándose.
Otras fiestas sazonadas y las que asiste una gran cantidad de público son los atabales de la familia Amparo, que en honor al hacendado que más cacao tenía en Hato Mayor (Dos 500 tareas), se celebran en dos fechas, siendo la primera el 21 de Enero, porque el difunto padre era devoto de la Virgen de la Altagracia y la otra fecha el 15 de agosto. Aquí viene gente de Higüey, El Seibo, San Pedro de Macorís, Sabana de la Mar, movido por la promoción y la concentración de buenos bailadores y bailadoras de palos.
Los Echavarría, son una familia de la comunidad de El Peñón, El Seibo, que tienen varias décadas celebrando un novenario y cantada de atabales, donde se concentran cientos de personas y se sacrifican aves, cerdos y vacas, que cocinan para el público asistente.
También se celebran con extremo entusiasmo fiestas de palos en las comunidades de Mata de Palma, Las Palmillas, El Manchado, Mata Palacio, Yerba Buena, Santana, La Enea, Ramón Santana, Vicentillo, Viviana, Jalonga, Capote, Las Claras, Mango Limpio, Magua, Las Cañitas, Nisibón, Cañada del Agua y otras de El Seibo, Hato Mayor, San Pedro de Macorís, Miches, Sabana de la Mar, La Romana y otras comunidades rurales y barrios del Este.
INSTRUMENTOS
El conjunto de instrumentos utilizados por los atabaleros en los pueblos del Este consisten en Congo o palo mayor, un conguito o palo menor, este pequeño también es llamado Alcahuete, una canoíta y varias maracas y un güiro. Los dos primeros instrumentos son tambores.
Al sonido de estos instrumentos, los atabaleros tocan sus «veintiún toques» o canciones (el veintiuno es un número sagrado), que son bailados en las fiestas patronales, en el cabo de año o aniversario de la muerte y en el banco o gran fiesta de los integrantes (vivos y difuntos) del «fundo familiar».
La música de atabales se toca en funciones religiosas y seculares y ha mantenido característica de la música cantada africana como la alternancia de un coro y solista en forma responsorial.
Las sonadas de atabales se han puesto tan populares que en cada fiestas patronales de cada pueblo de la zona que ya se hacen competencias de atabaleros, amén de que se toca en velorios, bancos y cabos de año, celebración especial dedicada a un difunto al cumplir año de muerte.
Los palos o atabales, además de su manifestación festiva, están muy asociados a los rituales de invocación de misterios, en los cuales se produce el trance o estado de posesión del hechicero o brujo.
De igual manera, las sonadas de atabales podemos encontrarla en peregrinaciones, penitencias, baquiní o velorio de un niño, y en convites o juntas, nombre dado a las labores agrícolas colectivas basadas en vínculos de solidaridad.
Hay que sintetizar que los pueblos de la región Este, presentan una diversidad en su conformación étnico-cultural, lo que le otorga la característica de un territorio multiétnico
En sus tierras confluyeron grupos de inmigrantes llegados de diversas partes del mundo en diferentes períodos de su historia, entre ellos en primer lugar los españoles (principalmente canarios), seguidos de africanos traídos en condición de esclavos durante la época colonial, y luego, especialmente durante el siglo XX, puertorriqueños, árabes, italianos, y recientemente, un numeroso grupo de haitianos.
Una encuesta Demográfica y de Salud dada a conocer por Endesa, en el 2002, revela que el 61.5 % de las poblaciones de la región Este es de creencia católica, lo que pudo haber influido muchos en el comportamiento de sus habitantes en tener cierta inclinación por la música de atabales, introducida junto a la religiosidad popular por los españoles durante la colonización.
En estudio serio que se pudiera realizar una institución ligada a las manifestaciones culturales de los pueblos, podría revelar resultados insospechados sobre el comportamiento de la música de atabales en región Este.